Nada es suficientemente
- Dhana Devi
- hace 2 días
- 3 Min. de lectura
Hay un vacío que siento en mí…
y percibo que muchas personas también lo sienten, aunque no sepan cómo nombrarlo.
Un hueco en el pecho.
Una falta de contacto, de amor, de presencia.
Nada parece suficiente: ni la comida, ni el sexo, ni el dinero, ni los viajes, ni la diversión.
Nada lo llena.
Ni la pareja, ni las redes sociales, ni los títulos, ni los logros.
El silencio se vuelve aterrador… por eso lo llenamos con televisión, deberes, pantallas.
Pero ese vacío profundo, ese caos interno, no se tapa.
Solo se esconde.
Y vuelve.
Yo lo conozco, porque también me habita.
También lo he querido llenar desde fuera, preguntándome cuál es el sentido de estar aquí.
Los tiempos que vivimos lo intensifican:
la prisa, la productividad, lo digital… aumentan el ruido.
En los espacios terapéuticos encontré mi laboratorio interior.
Ahí pude explorar mi psique, tocar el dolor, y entender mejor a los demás.
Atravesar el vacío me obligó a preguntarme:
¿Quién soy?
¿Para qué estoy aquí?
¿Qué necesito realmente?
A veces la respuesta no llega.
Pero hoy, tengo claro algo esencial:
el cuerpo y la psique humana lo registran todo.
El origen emocional del vacío
El vacío nace de emociones no nombradas,
de memorias inconscientes,
de miedos antiguos,
de heridas que aún duelen aunque no las recordemos con claridad.
Es como una niña —o un niño— interior que no fue vista, sentido o validado del todo.
Un dolor antiguo, aún no digerido.
Una necesidad profunda de descender… para encontrarse.
También puede nacer de pérdidas no lloradas:
una ilusión rota, una traición, un amor que nunca llegó,
una infancia que no fue lo que necesitábamos.
El vacío es el eco de lo que no se vivió.
Pero el vacío también es un portal espiritual
Un umbral.
Y si lo atraviesas con consciencia y ternura,
puede transformarse en sabiduría, en intuición, en propósito.
Lo reconozco en mí:
el vacío que habita y la misión que despierta
Yo lo conozco.
Lo he sentido dentro.
Y por eso, puedo reconocerlo en otros.
Ese vacío, lejos de ser un error,
fue mi camino de vuelta.
Me enseñó a mirar más profundo,
a tocar con presencia,
a escuchar el cuerpo como un templo.
Me enseñó que hay heridas que no se sanan con palabras…
sino con contacto humano.
Con presencia real.
Con un tacto que honra.
Hoy, mi trabajo a través del masaje tántrico y el tacto consciente nace de ese lugar:
Del deseo de acompañar a otros a volver a sentir.
A habitar su cuerpo como un hogar.
A llenar ese vacío no con ruido ni prisas, sino con amor, consciencia y verdad.
Tal vez ese vacío no sea solo una carencia personal…
Tal vez sea una llamada colectiva al reencuentro.
Y quizás, mi misión en esta vida es ayudar a responder esa llamada:
con manos que escuchan,
con silencio que sostiene,
con tacto que despierta.
Si tú también sientes ese hueco dentro,
aquí estoy.
No para llenarlo desde fuera.
Sino para acompañarte a habitarlo…
hasta que florezca.
El poder sanador del contacto consciente
Cuando el contacto es consciente, respetuoso y presente,
tiene un poder profundamente transformador:
físico, emocional, energético y espiritual.
No se trata solo de “tocar la piel”…
Es tocar el ser.
1. El cuerpo se relaja, el sistema nervioso se regula
El tacto suave activa el sistema nervioso parasimpático (el de la calma),
liberando oxitocina —la hormona del amor y la confianza.
Esto permite:
Disminuir el cortisol (estrés).
Regular la respiración.
Soltar tensiones físicas y emocionales acumuladas.
El cuerpo se siente seguro. Y donde hay seguridad… comienza la sanación.
2. Toca lo que no pudo ser nombrado
Hay dolores y traumas que no tienen palabras,
pero que el cuerpo recuerda.
El tacto consciente llega a esos lugares donde el lenguaje no alcanza.
Y con las manos se puede decir:
“Te veo. Te siento. Estoy aquí contigo.”
Eso, para muchas personas, es profundamente reparador.
3. Repara memorias de abandono, rechazo o falta de afecto
Cuando el contacto es amoroso y seguro,
el cuerpo puede reprogramarse.
Especialmente si en la infancia no hubo suficiente presencia o afecto físico.
Poco a poco, el cuerpo reconoce que ahora sí puede confiar.
Y patrones antiguos comienzan a relajarse.
4. Despierta el placer y el derecho a sentir
El tacto permite recuperar el derecho a:
Sentir placer sin culpa.
Escuchar el cuerpo.
Habitarse plenamente.
Esto no solo sana, sino que también empodera.
5. Abre el corazón y la conexión con el alma
Cuando el cuerpo es tocado con respeto,
la emoción se libera.
Surgen lágrimas, memorias, intuiciones.
Y se abre una puerta interna hacia lo esencial:
el amor propio, la verdad interior, la espiritualidad.
El contacto consciente no es un gesto superficial.
Es una medicina antigua.
Un acto de amor.
Una forma de decir:
“Estás viva.
Estás aquí.
Mereces sentirte bien en tu cuerpo.”
Kommentarer